miércoles, 20 de febrero de 2013

Querer no es podel


Querer no es poder

Los directivos en paro españoles buscan salidas en los mercados emergentes

Pero no todos sirven para liderar proyectos en países como India, China o Emiratos Árabes

La integración de los ejecutivos españoles en las organizaciones chinas, indias y árabes son complejas. / GETTY IMAGES
Las reglas del juego han cambiado. El alto índice de paro está forzando a los ejecutivos a pedir a gritos un trabajo en el extranjero, ante el aumento de las situaciones desesperadas. Según la firma Employee Mobility Solutions (EMS), el número de españoles que se desplazaron al exterior creció un 34% entre 2010 y 2011, debido al incremento de la presencia de las compañías nacionales en el extranjero. EE UU, dice EMS, es el país donde más españoles movilizaron las grandes multinacionales el pasado año.
Este gran giro en la mentalidad del directivo español que apuesta por su internacionalización es, según los expertos, una espada de doble filo, un viaje de ida con vuelta arriesgada y peligrosa. Los headhunters que buscan talento en España para colocarlo en mercados emergentes coinciden en que “querer no es poder”. La expatriación a países considerados duros o difíciles, aunque con un alto grado de contratación, como India o Emiratos Árabes, no debe ser solo una solución a los despidos que vive la alta dirección en nuestro país.
De hecho, algo que puede ser impedimento para la salida de los nacionales es su mentalidad, excesivamente impregnada de crisis. Una mentalidad que ha de cambiar de forma radical e inmediata. “Buscamos ejecutivos para las economías emergentes que tengan proyectos de crecimiento y expansión, y no planteamientos de recorte de costes o reestructuraciones. Aunque aquí se viva un panorama difícil, el directivo que opte por la expatriación debe viajar con la mente puesta en crecer, ampliar negocio y desarrollar nuevas estrategias de innovación”, afirma el danés Poul Pedersen, fundador y socio de Pedersen & Partners, firma de cazatalentos, especializada en mercados emergentes (China, India, Israel, Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Rusia y Turquía), que ha aterrizado recientemente en España y cuyo objetivo es contar con más de 80 oficinas en el mundo en 2020.
La movilidad de los españoles crece un 34% en los dos últimos años
Y es que la movilidad y la cualificación del talento son dos de las mayores preocupaciones de los consejeros delegados de las compañías mundiales, según la encuesta internacional que desde hace 14 años elabora PricewaterhouseCoopers (PwC). Son ellos mismos quienes expresan sus temores a no disponer de profesionales con el grado de cualificación que requiere el nuevo escenario competitivo mundial, con la economía en plena fase de recuperación. Una preocupación especialmente referida al talento disponible en los países emergentes.
Porque el 58% de los reclutadores tienen como principal objetivo ampliar la base de clientes, y el 39%, expandirse internacionalmente, según la profesora de IE Business School Rosalía Rodríguez Ortega. Estas metas están directamente ligadas con competencias y habilidades como: “Capacidad de desarrollo de mercado bajo un prisma innovador, resiliencia ante entornos cambiantes y orientación a objetivos, que son típicas de nuestros ejecutivos”, añade.
Para Eugenio Hernández, socio de Seeliger y Conde, la expatriación no es la panacea para la situación que vive la clase ejecutiva española, sino un asunto delicado. “Es cierto que hay situaciones muy duras y que la tendencia, definitivamente, se ha invertido, y recibimos muchas peticiones de expatriación, pero las economías en eclosión son muy duras para que una familia se adapte fácilmente”, advierte.
“La falta de adaptación del expatriado o de su familia es el factor principal que hace fracasar la internacionalización, pero las empresas ya han aprendido de sus errores. Aspectos como la carrera del cónyuge, que antes era considerado un tema personal del directivo, están siendo gestionados desde las compañías”, indica Rodríguez.
“Trabajar en otro país no está al alcance de todo el mundo”, explica Peter Cappelli, director del Centro de Recursos Humanos de la escuela de negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania, en especial en países como China e India, donde existe una fuerte demanda de ejecutivos con experiencia en gestión, por ejemplo, en dirigir empresas y centros de llamadas. “Los salarios han aumentado porque están teniendo dificultades para encontrar gente que haga esos trabajos y se adapte a esas realidades”, agrega.
Pedersen, que considera al ejecutivo español “verdadero artífice de las políticas de gestión del cambio y convencido de la necesidad de internacionalizarse”, sostiene que “un buen directivo sabe que tiene que ir donde hay inversiones y crecimiento. Moscú, Riad, Estambul y Bombay son buen ejemplo de ello. Un conocido holding nos ha encargado la búsqueda de un director financiero para Arabia Saudí, cuya retribución fija será de un millón de dólares. Las condiciones son excelentes, pero el candidato debe estar a la altura de las circunstancias y cumplir con las expectativas”.

Problemas de adaptación

Según el análisis de la firma DBM, las reestructuraciones y fusiones industriales son el azote de los directivos europeos, con una media de despidos de entre el 23% hasta el 43 % en toda Europa. En Reino Unido el 41% de sus pérdidas de empleo responden a ellas. Pero es en España donde ese porcentaje es más alto, del 77%. Al contrario que en Alemania, donde los ejecutivos están en mejor situación respecto a sus colegas europeos, las reconversiones solo han supuesto despidos para el 6% de ellos.
En Suecia es la ausencia de química personal la que causa el 50% de las destrucciones de empleo entre los directivos; algo que en Alemania afecta al 37% y en España al 33%. DBM aconseja a los directivos que buscan puesto seguro que eviten hacerlo en Francia, país en el que un mal desempeño en el trabajo es la causa más común de despido.
En el caso de la expatriación, el fallo en España es la falta de adaptación de los ejecutivos y sus familias a los nuevos entornos. Algo que en otros países está mucho más avanzado y supone menores problemas. Para los autores del estudio "Los retos de la expatriación", José Ramón Pin y Pilar García Lombardía: “Las multinacionales españolas no dan excesiva importancia a la cuestión de la adaptación a nuevas culturas (incluyendo el idioma) debido al peso que tradicionalmente ha tenido la expatriación a Latinoamérica. Esta escasa dedicación de recursos a la formación intercultural pone de manifiesto que el 41,7% de los casos de retorno anticipado en las multinacionales españolas se deben a problemas de adaptación del expatriado a su destino”. Es el segundo motivo más importante. Sin embargo, en las multinacionales extranjeras los problemas de adaptación apenas llegan al 23% de los casos de retornos prematuros, indican.
fuentes http://economia.elpais.com

Emigrantes otra vez


Emigrantes otra vez

Giro de 180 grados. En esta década, la emigración volverá a superar a la inmigración en España.

Según el INE, cada año se marcharán medio millón de personas por la falta de trabajo y perspectivas. En torno al 10%, españoles

Partir es morir un poco. Dejar atrás la familia de uno, los amigos de uno, el barrio de uno, la ciudad de uno... Decidirlo. Cargar la maleta. Cerrar las puertas de la casa de uno (si es que tiene) para abrir otra (si es que la consigue) de la que aún no se tiene llave. Decir basta y marchar voluntariamente y/o por necesidad. Hay mil razones ahora en España: por falta de trabajo, de oportunidad, y hasta por desilusión y decepción sociopolítica. "El país propio deja de ser de algún modo el país apropiado, deja de ser opción", dice Mónica Muriana, periodista, aquí retratada junto a su joven familia, pensando ya en abandonar el lugar en que vive.
Y uno se va.Las ilusiones perdidas, titulaba Concha Caballero, profesora de literatura y exportavoz de IU en el Parlamento andaluz, un artículo en EL PAÍS: "No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adónde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. 'Mi hija está en Berlín', 'Se ha marchado a Montpellier', 'Se fue a Dubai', son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país".
Nuevos exiliados. Como las personas que aparecen en estas páginas. Y muchos otros. Jóvenes y no tanto. Un goteo desde que comenzó la crisis que no tiene número concreto. Solo estimación estadística y mucho eco, en la calle y en la prensa: Generación noqueada, tituló ya en 2010 El País Semanal, viéndolo venir. O esta noticia: Necesitamos 200.000 extranjeros. La canciller alemana creó a principios de año grandes expectativas al anunciar su intención de contratar mano de obra cualificada en España. Una más: Récord de emigrantes en Inglaterra:"12,6% de españoles más allí en 2010-2011. Jóvenes parados emigrantes de ida y vuelta: mientras el Gobierno de Merkel necesita cubrir 800.000 puestos de trabajo, David Cameron se ve comprometido con la llegada en un año de 25.000 españoles...".
Así, los emigrantes económicos vuelven a ser una realidad en España (lo fueron durante todo el siglo XX y dejaron de serlo a finales de los ochenta). Nadie lo hubiera creído hace apenas un lustro. La prueba: revisando la hemeroteca, ahora que El País Semanal acaba de cumplir 35 años, encontramos en el Extra del 30º aniversario, publicado en mayo de 2006, que una de las historias incluidas en él se titulabaCómo hemos cambiado: "La inmigración ha cambiado el perfil del español del siglo XXI. De pocos (33 millones) e iguales hemos pasado a ser más (44 millones), más heterogéneos y multiculturales. Marroquíes, ecuatorianos, rumanos o asiáticos conforman un país nuevo". Y en ese mismo texto se citaba un editorial de este periódico en 2002 tituladoGracias por venir: "El primer bien de un país es su población. Y esta depende cada vez menos del lugar de nacimiento. Somos más gracias a los demás. En esta España que envejece, la inmigración cae como agua de mayo".
País de inmigrantes éramos hace nada y somos de hecho hoy: España ocupa el puesto número ocho en el top ten de países con mayor número de inmigrantes internacionales según el MPI (Migration Policy Institute) en 2010. La población extranjera suma 5,7 millones de personas, en un continente, Europa, que, según advertencia de la Comisión Europea, tendrá en 2050 un déficit de 100 millones de trabajadores y que necesitará alrededor de 20 millones altamente cualificados en las próximas dos décadas.
Pero la reciente Proyección de la población de España a corto plazo 2011-2021, del Instituto Nacional de Estadística (INE), ha dado el dato, la alarma que marca el comienzo del giro del péndulo: si se mantienen las tendencias actuales, la población española se reduciría hasta los 45,6 millones en 10 años. Se registrarán un 18,1% menos de nacimientos y un 9,7% más de muertes que en 2010. También el saldo migratorio será negativo a partir de 2011, ya que el número de 450.000 inmigrantes nuevos se verá compensado por la marcha al extranjero de 580.850 personas.

Ante la posibilidad futura, alarmas encendidas.

Pero aunque el asunto está en la calle, en las tertulias, en las casas..., aún no hay datos ciertos de las dimensiones de este movimiento de salida de personas, y sí dificultades en su cuantificación, cuenta, entre curso y curso, la demógrafa Amparo González Ferrer, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC): "La mejor aproximación al fenómeno de la emigración de españoles que huyen de la crisis es la Estadística de Variaciones Residenciales (EVR), en la que se registran las bajas que se producen en los padrones de los municipios por cambio de residencia al exterior". Pero hay otras como el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero, según el cual el número de españoles residentes en el exterior aumentó en 102.432 personas de 2009 a 2010, y en 128.655 de 2010 a 2011, un crecimiento que estaría matizado por las nacionalizaciones de españoles vía Ley de Memoria Histórica y el Censo Electoral de Residentes Ausentes. Ninguna de ellas, dice, lo mide bien. "Se mide mal, porque en muchos casos es fácil vivir como comunitario en otros países de la UE sin tener que registrarse en el Consulado español. Aunque el stock de españoles que residen en el extranjero es, efectivamente, mayor que el que reflejan las cifras... Sabemos que no todos se registran, pero también que no hay motivos para que ahora se registre más gente que hace tres años, pues los incentivos para hacerlo no han cambiado mucho. Por tanto, sí podemos creer que ha aumentado algo la salida de españoles".
Partir. A Mónica y su familia, los Bezanilla, y al resto de elegidos para este reportaje, les cuesta la decisión. ¿Las razones para salir? En su caso: paro de ambos, precariedad en las pocas ofertas que encuentran, políticas educativas que consideran nefastas y afectan a sus dos hijas, recortes sociales que también. Se quieren ir porque la decepción, una u otra, planea sobre el horizonte cotidiano y sobre su futuro. No hay trabajo, cinco millones de desempleados en las últimas cifras; ninguna perspectiva de encontrar un puesto digno en un universo de mileuristas que se fue instalando como natural en época de vacas gordas y que ahora, que son escuálidas, amenaza con convertirse en moneda común. España tiene los jóvenes más preparados, peor pagados y más parados de Europa.
"Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras", sigue Caballero en el artículo citado al inicio. "Aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable... No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-ni que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos".
No es la primera vez. Los movimientos migratorios en España son un clásico: por nuestra situación geográfica y económica, por nuestra convulsión política. Fuimos emigrantes a lo largo de la historia. Partir se titula un documental de Eduardo Margareto que se presentó en el último festival de cine de Valladolid y que describe la emigración a Cuba en la segunda mitad del siglo XIX, cuando miles de españoles escaparon del hambre, de la posibilidad de ser enviados a la guerra con Marruecos...
La catedrática de Historia Josefa Otero Ochaíta cuenta la mar de bien estos vaivenes migratorios, puesto que se los trabajó a conciencia como metodología de estudio para sus alumnos:Emigrantes-inmigrantes. Movimientos migratorios en la España del siglo XX, lo tituló. Y dice que le gustaría poder actualizar ahora, dados los cambios últimos en la materia. "Entre 1900 y 1930 emigraron algo más de tres millones de españoles, según las cifras oficiales, aunque las investigaciones recientes calculan que alcanzarían los cuatro millones y medio debido a la emigración clandestina, para no cumplir el servicio militar o evitar pagar las tasas de salida. Utilizaban dos fórmulas para evitar el control del Gobierno: salir por un puerto extranjero o embarcarse en alta mar, lo cual hacían muchos canarios, asturianos y gallegos", cuenta. Durante la Primera Guerra Mundial, los españoles preferían irse a Francia. Y tras ella volvieron de nuevo sus ojos hacia América: Cuba, Brasil y Argentina, especialmente. Argelia era, sin embargo, donde más: se adelantaban las cosechas de cereales y hasta allá cruzaban los temporeros.
Cuenta también Otero cómo la guerra civil modificó estas tendencias migratorias en cadena. Y cómo fue una sangría el exilio: "La principal consecuencia fue la pérdida de una generación, considerada como la mejor formada de España después de la del Siglo de Oro. Se exiliaron científicos, escritores, sanitarios, educadores, políticos democráticos, y en consecuencia: retraso económico, científico y cultural". Un tiempo del que León Felipe escribía: "Franco, tuya es la hacienda, la casa, el caballo y la pistola. Mía es la voz antigua de la tierra. Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante por el mundo... Mas yo te dejo mudo... ¡mudo! Y ¿cómo vas a recoger el trigo y a alimentar el fuego si yo me llevo la canción?".
'El tren de la memoria' tituló Marta Arribas su película, que fue premio del jurado del Festival de Málaga. En él se ven maletas, muchas maletas atadas con cuerdas, trenes repletos y miradas perdidas, hombres en su mayoría que partían a Alemania, Francia o Suiza en los años sesenta a trabajar según la necesidad de mano de obra barata. ¿Profesión? "Labrador". ¿Profesión? "Minero", se oye... Arribas eligió mujeres para su película. "La idea nació del contraste entre la inmigración de hoy y la nuestra de ayer, salir con contrato o venir buscando lo que sea, a la intemperie", nos contaba la realizadora hace poco en Sevilla. Dio con la protagonista, Josefina Cembrero, que había salido a principios de los sesenta, con 18 años, hacia Nuremberg (Alemania), y retornó dos décadas después. El filme es un viaje en tren rememorando el pasado para descubrir que no todo fue lo idílico que lo pintaron: "Llegar, integrarse, la barrera del idioma; intentar conseguir dinero para la familia y pintarlo todo luminoso para que nadie sepa que te va mal". También la dureza de las ausencias, las familias dejadas atrás, los hijos que con los años dejan de serlo, los padres envejecidos, y el choque ya del retorno, imposible volver a ser ya de ningún lado, en realidad. Entre 1959 y 1973 emigraron al continente europeo un millón de personas, en un movimiento de carácter económico. Europa crecía. Muchos se quedaron. Millón y medio aún siguen fuera; donde más, en Argentina, Francia, Venezuela y Alemania.
Sin ser aquello, legiones de amigos y/o conocidos, bien formados, desocupados, andan preguntando hoy aquí y allá (mucho en las redes sociales) por opciones de trabajo en Alemania, por ejemplo, país no afectado brutalmente por la crisis última, pero también por América y Asia. Profesionales que buscan fuera lo que escasea dentro, mientras las empresas de recursos humanos y de trabajo temporal no dan abasto: las solicitudes para trabajar en el extranjero se duplican, dicen en Adecco.
Ingenieros, técnicos, personal sanitario e investigadores que desean trabajar en lo suyo son los que más se están marchando, señala Virginia Collera en los perfiles que ha buscado a través de la red europea Eures, que tiene acuerdos firmados entre los servicios públicos de empleo de España y Alemania, y de agencias de trabajo temporal. Pero también hay albañiles en busca de tareas adecuadas que aquí, tras romperse la burbuja inmobiliaria, se volatilizaron, y hasta una profesora que para saber exactamente el lugar de Corea del Sur donde estará su vida próxima hubo de mirar en un mapa. "Buscan dignidad laboral", resume Collera.
"La tradicional alergia del trabajador español a la movilidad geográfica comienza a diluirse", dicen en el análisis de los resultados de la última oleada del Global Talente Mobility Study (GTMS), recién publicada y realizada por The Network que incluye más de 50 portales de empleo. Un 64% de españoles que buscan empleo reconoce que estaría dispuesto a irse por necesidad. "Mejorar las oportunidades profesionales y la difícil situación por la que atraviesa la economía española son los principales motivos. Tener un mejor nivel de vida, ampliar experiencia y aprender un idioma son otras de las causas señaladas". Quieren hacer las maletas, pero no a cualquier precio: lo harán si obtienen buen sueldo (la mitad) y buenas condiciones laborales y sociales (41%). El 62% se conforma con un contrato temporal. De hecho, el 47% de los que buscan trabajo estaría dispuesto a irse durante más de cinco años si las condiciones fueran positivas sin más. ¿Dónde? "Hay cambios significativos... Alemania (55%) y Reino Unido (46%)".
Para la demógrafa González Ferrer, dado el perfil de la crisis, este movimiento de población que se está viviendo será duradero: "Aunque es difícil precisar su magnitud, creo que durará por al menos dos motivos. Uno, porque todo indica que la crisis será larga y es indudable que la grave situación económica que atraviesa España y el alto desempleo son un factor clave en la gestación de este movimiento de salida. Y otro, porque el desempleo generado por la recesión se ceba con las personas extranjeras y, seguramente también, con las de origen extranjero, incluso si se han naturalizado y adquirido la nacionalidad. Para estas personas, el retorno a sus países de origen es siempre una opción abierta".
Partir es morir un poco, se dice en Latinoamérica. Todos, sea cual sea el género y la condición, sufren con la decisión. Y esto hasta tiene su nombre de síndrome: el de Ulises, lo llaman. "Emigrar se está convirtiendo hoy, para millones de personas, en un proceso que posee unos niveles de estrés tan intensos que llegan a superar la capacidad de adaptación de los seres humanos", dice el psiquiatra de la Universidad Complutense Joseba Achotegui. Él y otros especialistas analizan en un volumen titulado Transitar por espacios comunes los efectos sobre la salud, el estrés y el quiebro físico y psicológico de la acción de migrar, la ruptura. Y hasta habla, en boca de Teresa del Valle, de la Universidad del País Vasco, de la existencia de otro modo de medir el tiempo: tiempo de desarraigo, lo define. "Hay características del tiempo que tienen relación con problemáticas concretas. La preparación para el cambio: la salida del lugar, el duelo. La ceremonia del adiós. El tiempo de conocer cómo navegar en los sitios. El tiempo de la nostalgia. El tiempo de los descubrimientos. El tiempo de los encuentros. El tiempo de sentirse en casa. El tiempo del recuerdo".
En el filme de Arribas, una de las mujeres emigrantes, Leonor Mediavilla, recuerda: "La llegada a aquel andén me causó una impresión tremenda. Me olvidé de mis padres, de mis hermanos, de mí misma, porque pensaba que aquello no podía ser realidad. Aquel andén estaba abarrotado de hombres, totalmente cubierto, con maletas y bultos por todos lados. No sé si fueron instantes o minutos, pero sentí vergüenza de mí misma, de verme en esa situación". Desde la psicología, dice Del Valle, se resalta la importancia del duelo, del adiós: "Hay mucho de duelo por el lugar que se abandona; en él está presente la identidad que confiere un lugar a través de sus espacios, de la gente que los llena, de memoria a través de generaciones. Ante el momento de abandonarlo se activa la memoria. Se intenta grabar lo que se ama para llevarlo consigo".
Sin ser ese tiempo dramático, lo mismo o similar cuentan ahora muchos a través de redes sociales, aquellos que desean marchar o los que ya lo hicieron. Como Pablo, participante en un foro de extranjeros en Alemania (Auswanderung Forum en 2005), que aunque escribe largo, los resume bien a todos: "La decisión de emigrar es tan personal y obedece a tantas razones que seguramente nadie entienda. Pero en lo que seguramente estaremos todos de acuerdo es en que, una vez tomada la decisión, solo queda por delante avanzar, avanzar y tratar de no mirar atrás, para no correr el riesgo de quedarnos como estatuas de sal, petrificados y sin pertenecer a ningún sitio, ni el que dejamos ni el que adoptamos".
Y sigue: "Muchas personas, por razones perfectamente comprensibles, toman el camino rápido, sin analizar a fondo la decisión de irse. Y aquí comienzan los problemas: nunca vamos a saber a ciencia cierta quién originó el rumor de que en el extranjero se hace dinero fácil, que enseguida se tienen autos, casas y el desarrollo personal-profesional tantas veces reclamado en nuestros país de origen. Primera frustración: hacerse camino en otro país, otra cultura diferente (aun en los casos de hablarse el mismo idioma), no es nada fácil. Y no es solo sentirse un sapo de otro pozo... Si emigraste comprando ese cuento del 'todo ya' y 'en un par de años me vuelvo con los bolsillos llenos, por tanto ni me interesa compartir nada de esta nueva cultura', lo vas a pasar muy mal. Si decides partir sabiendo que nada es fácil y lleva muchísimo tiempo, tanto tiempo que la mayor parte de las veces adoptas el nuevo país de por vida..., que dejarás atrás tu familia, tus amigos, tus afectos, tu lugar, que vas a llorar más de una vez solo y quizá sin liquidez; si has analizado esto y aun así decides hacerlo, entonces estás preparado para emigrar".

Exilio en Suiza

Luis Miguel Milreis, encofrador de origen portugués, de 37 años. Trabaja desde el verano en Suiza. Llevaba dos años en paro.
Milreis siempre ha estado en tránsito: a los 18 años llegó a Extremadura porque "en Portugal no había trabajo para los jóvenes". Empezó en la construcción, lo primero que encontró, y ha trabajado en obras por toda la geografía española. "Sé lo que es estar fuera de casa, pero esto es diferente", se lamenta. Su último trabajo lo llevó a Vitoria. "Me pagaban 1.600 euros, pero después de comidas, gasolina y alojamiento me quedaban 800". Su mujer, auxiliar de enfermería, también estaba en el paro, así que en julio se marchó a Suiza. "Es muy duro estar tan lejos de la familia, es lo que más duele. Y luego está la lengua, es imposible comunicarse". Antes "tomaba por locos a los que me advertían y me decían que se iban a acabar las vacas gordas". Ahora está convencido de que "el presente va a ser mejor que el futuro". Dice que a sus dos hijos, Sergio y Milena, de 16 y 10 años, solo les pide que "estudien para que no tengan que encontrarse en esta situación".

Tierra de oportunidades

Erika Börjesson, de 29 años, de madre catalana y padre sueco, vive desde el 1 de noviembre en São Paulo. Quería cambiar de sector: abandonar la publicidad e introducirse en la gestión cultural. "Aquí ese giro suponía empezar desde cero. En Brasil, ¿quién sabe?".
"Un día me llegó un briefing de un cliente y pensé: 'a ver, ¿cuál va a ser mi aportación al mundo? ¿Vender cerveza?". Llevaba ya tres años trabajando en una agencia de publicidad y decidió que era hora de cambiar. Primero se matriculó en un máster de gestión cultural. Luego compró un billete con destino a São Paulo. ¿Su objetivo? "Aprender y coger ideas. Brasil está en auge y quería probar. Sin un plan cerrado ni calendarios". No se pone fecha de regreso, pero sabe que volverá. Incluso qué le gustaría hacer. "Siempre he querido montar algo propio, un espacio sociocultural en Barcelona" (ciudad en la que ha vivido desde los siete años). A pesar de su optimismo, es realista. "Creo que lo vamos a tener más difícil que nuestros padres, pero yo confío en mí. Creo que, si le pongo ganas, todo va a salir bien".

Familia busca su sitio

Mónica Muriana, Fernando Bezanilla y sus hijas, Valentina y Nora, aún no tienen claro cuál será su destino. Barajan Dinamarca, Brasil, Colombia... Solo saben su objetivo: "Queremos impulsar nuestras carreras y conciliar, no solo vivir para trabajar como aquí".
Este será el segundo exilio de Mónica (39 años), periodista, y Fernando (42), operador de cámara. El primero fue en 1996. Él acababa de quedarse en paro y ella había terminado la carrera y no tenía muchas expectativas laborales. Entonces se mudaron a Dublín. Su nuevo destino aún no lo han decidido. "Es distinto irse solo a irse con dos niñas". El trabajo de Mónica empezó a tambalearse cuando "dejó de dedicarle 18 horas al día" con la llegada de Valentina (4 años) y Nora (1). Ahora encadena trabajos eventuales; Fernando es autónomo "en horas bajas". Viven en Meco (Madrid) y quieren un cambio. "Aguantábamos porque nuestras hijas iban a una escuela pública que era modélica". Pero ahora es una víctima más de los recortes. "Una empresa de limpieza se ha hecho con la gestión del centro, que presentó el proyecto más económico".

Enfermero con destino a noruega

En primavera, David Ríos, de 29 años, se incorporará a su nuevo puesto de trabajo en Noruega. No se va por elección propia. Dice que "ha enviado más de 1.000 currículos a empresas españolas". Sin suerte. Cada día dedica cuatro horas a aprender noruego.
Este enfermero y técnico de rayos se declara "decepcionado e insatisfecho" con la sociedad que le ha tocado. "Estudias y trabajas duro, y eso no se premia". Tras un año en el extranjero, con el inglés aprendido y nociones de sueco, pensaba que encontrar trabajo no sería complicado. El último fue de dependiente en una tienda. A sus padres, dice, no les entusiasma este viaje sin billete de vuelta. "Insisten en que haga una oposición. Ellos saben lo que es ser inmigrante, vivieron en Francia y mi padre siempre me dice que en el extranjero eres ciudadano de segunda. Y yo respondo que aquí tampoco me siento ciudadano de primera". Por si acaso, este leonés sigue atento a todas las ofertas en España. "Reniego de eso de 'como aquí, en ningún sitio', pero voy a echar de menos tantas cosas...".

Al fin del mundo

Ana Álvarez Simón, de 31 años, profesora de español en Barcelona, pondrá rumbo a Seúl en enero. Allí le esperan su pareja, Oriol, y una buena oportunidad. "Es mi trabajo ideal. Las condiciones, si las comparo con las de aquí, son de ciencia ficción".
Tuvo que consultar en el mapa la ubicación de Corea del Sur. Literalmente. Ana es profesora de español "por vocación", subraya, aunque su sentido práctico la empujó a presentarse a las pruebas para trabajar en una caja de ahorros. Las superó. "Me las planteé como un reto, porque estaba rebotada. Tuve trabajos con unas condiciones pésimas". Llegó a cobrar cinco euros la hora por sus clases y veía cómo gente sin formación le "pasaba por delante" una y otra vez. "Al principio sentía rabia, luego la asimilé y se transformó en frustración". Pero eso ya es historia; ahora está entusiasmada con su "exilio asiático". Su pareja trabaja desde el pasado verano en la Universidad de Seúl, y ella lo hará a principios de año. "Por fin voy a tener un trabajo en el que me sienta valorada".

Plan B en Panamá, Argelia o Brasil

Alberto Jiménez, zaragozano residente en Elche, se quedó en paro hace dos años. "Mi primer pensamiento fue desaparecer del mundo de la construcción". Es alicatador con un par de décadas de experiencia. "Me doy hasta junio. Si no encuentro nada, me iré a donde sea".
Su otra faceta es emprendedor: en el pasado puso en marcha un par de proyectos empresariales y ahora está inmerso en el tercero, que espera sea su tabla de salvación. "Ideas no me faltan, pero sí financiación". Por eso le ha puesto un plazo a ese "empeño". "Hasta junio. Si no consigo levantarlo, aceptaré la primera oferta que me hagan para irme al extranjero". No será la primera: le ofrecieron irse a Camerún, pero su entorno se lo desaconsejó. "Me contaron experiencias complicadas". Si su plan A no sale, el B puede llevarlo a Panamá, Argelia o Brasil, donde trabajan algunos compañeros suyos. "Me cuentan que es duro, pero...". Dice que su presente nunca se lo hubiera imaginado -"siempre me he buscado bien la vida"-, pero su futuro lo ve claro. "En cinco años me veo trabajando para mí".

Inglés, asignatura pendiente

Mariola Ferri, de 26 años, partirá a Inglaterra en cuanto pasen las Navidades. Allí trabajará en hostelería. Su gran apuesta para 2012 es el inglés."De todas las ofertas me descartan por no dominarlo". Espera que la cosa mejore para poder volver pronto a Valencia.
Mariola se debatió entre estudiar administración y dirección de empresas o magisterio, pero se decidió por la primera "porque, claramente, tenía más salidas laborales". Desde que terminó en 2009 ha encadenado prácticas en banca y marketing con trabajos "más bien precarios" de camarera y recepcionista. "Estás ahí, de pie, con tu uniforme, y piensas: ¿para qué me ha servido? Es justo lo último que te imaginabas. En cuarto de carrera pensaba en comprarme un coche, porque lo lógico era encontrar un trabajo después de las prácticas. Aún no me lo acabo de creer". Su intención es pasar, como máximo, un año en el Reino Unido. "No me gustaría estar mucho tiempo fuera, pero tampoco volveré a cualquier precio. Lo haré si la cosa mejora y hay oportunidades laborales".

Medellín-Madrid-Shanghái

Julián Baena, arquitecto colombiano de 33 años, llegó a España en 2008 después de descartar Dubai. "Y a los tres meses ya estaba aquí la crisis". Aterrizó en la urbe china a comienzos de noviembre. En diez días encontró trabajo en un buen estudio de arquitectura.
Está apurando sus últimos días en Madrid. "Vendiendo enseres, la moto, arreglando papeleos, despidiéndome de amigos". Todo se precipitó antes del verano. El estudio en el que trabajaba parecía sortear la crisis. "Tenía un piso, una moto, vivía bien y había trabajo". Hasta que, para su sorpresa, lo despidieron en junio. "Primero busqué trabajo aquí". Tuvo ofertas mileuristas. Así que decidió probar suerte en Shanghái, donde había pasado largas temporadas por la Expo. "En diez días hice ocho entrevistas". Es consciente de los pros y los contras de su aventura china. "Voy a perder calidad de vida, pero lo contrarrestaré con dinero". Se ha puesto un límite de dos años en el país asiático. ¿Y el próximo destino? "No lo sé, Río de Janeiro quizá. Aunque volvería a Madrid, sin dudarlo".
fuentes http://sociedad.elpais.com

domingo, 10 de febrero de 2013

¿Alemania, tierra prometida?


Volverá a ser Alemania la tierra prometida que fue en los años sesenta y setenta para el paro estructural español? Leyendo la prensa y observando las colas que hay en España para aprender alemán, así se diría. En aquella lejana época, centenares de miles de campesinos extremeños, andaluces y gallegos acudieron a llenar los puestos de una expansiva industria alemana en pleno “milagro económico”. La Alemania de hoy no atraviesa ningún “milagro” sino que está entrando en recesión, pero necesita especialistas extranjeros, fundamentalmente para mantener la política de salarios bajos que junto con un euro bajo sostiene su competitividad exportadora.
Si de parte alemana este recurso cumple un objetivo claro, para la Europa del Sur azotada por el desempleo representa muy poco alivio. Solo 465.000 del total de los cotizantes a la seguridad social que hay en Alemania, un 1,3%, proceden de los cuatro países críticos del sur, Grecia, Portugal, Italia y España. En el último año esa cifra solo ha aumentado en 33.000 personas, señala el último informe de la Agencia Federal de Trabajo (BA). Españoles y griegos aportan el principal contingente pero son cifras insignificantes.
Lo que España necesita, y el gobierno de Mariano Rajoy viene reclamándole a Merkel en los últimos meses, es un plan de empleo europeo. La respuesta de la canciller ha sido inequívoca: “reflexionaremos si se puede tratar, pero hay que esperar un poco porque todavía no está en la agenda”, le dijo en el encuentro del día 4 en Berlín. A siete meses de sus elecciones generales, Merkel no tiene intención de meterse en cualquier cosa que suene a gasto alemán.
En ausencia de tal plan lo que hay sobre la mesa son migajas como el plan “MobiPro” aprobado por el Ministerio de Trabajo alemán, en vigor desde el uno de enero. Se dirige a fomentar la movilidad profesional de jóvenes europeos cualificados de 18 a 35 años y está dotado, hasta agosto de 2016, con 139 millones de euros en subvenciones para cursos de alemán, formación y gastos de viaje con posibilidad de empleo. En este pequeño plan los europeos del sur compiten con polacos, húngaros, checos, eslovacos, eslovenos y bálticos, que desde mayo de 2011 ya no tienen impedimentos legales para trabajar aquí.
“Alemania es una de las principales economías del mundo y a la larga esa posición solo la podemos mantener si nuestras empresas encuentran suficiente mano de obra calificada nacional y extranjera”, dice la ministra de trabajo, Ursula von der Leyen.
La Alemania de leyenda tiene poco gancho
“MobiPro” vende como reclamo “un país cosmopolita”, “divertido para vivir y trabajar” y “abierto a otras culturas”, sin embargo la realidad es que Alemania es muy poco atractiva. Su mercado atrae entre cinco y diez veces menos empleados cualificados de fuera de Europa que países como Dinamarca, Reino Unidos, Canadá o Australia y ocupa la cola de los 34 países de la OCDE, señala el último estudio de esta organización. Eso es sí pese a que el país es de los que menos obstáculos administrativos presenta a esa emigración, señala el estudio. Pese al buen nivel de sus universidades, los bajos costes y amplias posibilidades de trabajo durante los estudios y al acabarlos, muy pocos estudiantes extranjeros acuden a estudiar a Alemania, señala el informe. ¿Qué ocurre? Sin duda el idioma, pero no solo.
Alemania tiene un problema histórico de desagrado cultural hacia la diversidad que supone su emigración, mucho más agudo que países como Francia y Gran Bretaña. El 20% de su población, 16 millones de personas, son descendientes de emigrantes. De ellos, tres millones son turcos. Su situación es paradigmática. La mitad de ellos viven hace más de veinte años en el país y continúan muy separados del resto de la población. Es verdad que (aún) no hay en las ciudades alemanas guetos socialmente tan conflictivos como los del extrarradio parisino, pero ninguna población se mezcla menos con los emigrantes, como lo demuestra el dato de solo un 4% de matrimonios mixtos entre alemanes y ciudadanos de origen turco.
La palabra clave en la materia es “integración”. ¿Qué significa en Alemania? “Anulación de la propia identidad”, estima Nuria Barnolas, una catalana de 29 años que trabaja desde hace siete en el país. En muchos casos hablar correctamente alemán y el pasaporte no bastan para perderse entre la multitud nacional. Además hay que parecer alemán, no solo en la conducta y la mentalidad, sino en el físico. Apenas hay gente de aspecto foráneo en la tele y solo un 13% de los funcionarios tienen algún origen no alemán, frente al 20% en Francia o Reino Unido. Que el actual vicecanciller y ministro de economía, Phillipp Rösler, naciera en Vietnam es un problema. “Nuestra sociedad aún está lejos de aceptar su aspecto asiático“, reconoce el ministro de justicia de Hesse, Jörg Uwe Hahn.
“Un nombre y una fotografía de origen turco en una solicitud de empleo disminuye un 14% las posibilidades del postulante”, dice Dilek Kolat, la responsable de trabajo e integración en el Senado berlinés, ella misma de origen turco. Este desagrado refleja una xenofobia estructural que apenas evoluciona, indica año tras año la encuesta “Deutsche Zustände”. Un provinciano y retrógrado supremacismo que aún está muy arraigado en la sociedad, como indica la polémica nacional que creó hace dos años el libro del economista (socialdemócrata) Thilo Sarrazin, y su tesis de que Alemania se autodestruye con la emigración de musulmanes, cultural y genéticamente “peores”. La obra vendió millón y medio de ejemplares, como podía haber ocurrido hace treinta años.
Sobre este entramado, las experiencias son diversas. Entre los jóvenes profesionales españoles, Barnolas, con dos carreras, fluida en alemán y otra media docena de lenguas, y con una experiencia vital y laboral que va de Mali a California, pasando por Bulgaria, resume su medio ambiente laboral de project manager en una empresa de Munich como, “una lucha constante para afirmarse como persona y derribar la imagen que los otros construyen de ti”.
En España se idealiza la situación laboral en Alemania. “No hay conciencia de las dificultades que supone, lo mismo pasaba en Bulgaria, donde los búlgaros soñaban con emigrar a España o en Mali, donde se hablaba de Europa como tierra de grandes oportunidades”, explica Barnolas. Su consejo: emigrar es una inversión, se necesita un mínimo para vivir sin trabajo un tiempo, si se quiere un buen trabajo hay que hablar y escribir correctamente alemán, y hay que contar con los prejuicios y con la realidad: en Munich, una de las ciudades más prósperas, una de cada cinco personas vive por debajo del umbral de pobreza (menos del 60% del salario medio). En el sector precario el panorama tampoco es rosa.
Javier García, 28 años y ocho meses en Alemania, se deslomó cargando muebles en una empresa berlinesa de mudanzas con un contrato de minijob que en realidad era frecuentemente de jornada completa de siglo XIX, más de doce horas. Luego sirvió comida en un centro comercial a cinco euros la hora. El local cerró y sudó semanas para que su patrón le pagara el salario adeudado. Al final unas clases de español en una escuela de Francfort y la posibilidad de un alojamiento barato, le han decidido a cambiar de ciudad. “Creía que en el Oeste de Alemania había más oportunidades, pero no es muy diferente”, dice. No me quejo, la gente ha sido amable y a veces he visto buenas reacciones por ser español”, explica, pero para el precariado el mercado alemán “es una selva”.
Mito y realidad de la “falta de mano de obra”
¿Hay escasez de mano de obra en Alemania? A tenor de lo que afirman los medios de comunicación y asociaciones empresariales, Alemania sufre una aguda “falta de mano de obra” especialmente mano de obra cualificada, que crecerá en el futuro y que tiene que ver con el desarrollo demográfico. La Asociación de ingenieros VDI menciona por ejemplo un agujero de 72.000 ingenieros, en sanidad se habla de una demanda de varios miles de médicos, enfermeras y asistentes sociales. “Faltan miles de maquinistas ferroviarios y fontaneros”, informa Die Welt. Algunas empresas podrían hasta irse del país por ello, señala. La tesis suscita algunas preguntas.
Si eso es así ¿por qué hay miles de ingenieros alemanes bien formados que no encuentran trabajo?, ¿por qué más de tres mil médicos alemanes se han ido a trabajar a Suiza y Austria? ¿Hay realmente escasez de mano de obra en Alemania, un país con cuatro millones de parados reales (incluido un millón no contabilizado estadísticamente) y más de ocho millones de empleados en el sector precario o de salarios bajos, muchos de los cuales desearían regresar a los empleos mejor pagados y a tiempo completo de antes?
Si ese fuera el caso, el fenómeno se reflejaría en los salarios, cuya tendencia al aumento sería indicador claro de escasez, explica Karl Brenke, investigador del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW) una institución pública. Pero eso no ha ocurrido: los salarios de los especialistas apenas han aumentado en los últimos años.
¿Cómo explicar la presunta escasez de “miles de conductores de tren” cuando en ese sector se han registrado huelgas pidiendo un aumento salarial que simplemente compense la inflación? ¿Y qué decir del agujero de médicos cuando los que faltan se han ido a Suiza y Austria porque se les paga mejor? Si faltan asistentes y enfermeros para el cuidado de ancianos y enfermos, ¿tiene eso algo que ver con una situación salarial tan precaria que obliga a los profesionales del sector a practicar el pluriempleo o a complementar su exiguo sueldo con la ayuda social (Hartz IV)? Brenke califica de “problemática” la metodología de cálculo empleada por los estudios del IW de Colonia, próximo a la patronal, que defienden la presunta carencia de ingenieros.
“No se puede hablar de escasez de mano de obra cualificada”, dice Gustav Horn, director del instituto IMK, próximo a los sindicatos. Lo que ocurre es que encontrar a esos profesionales ya no es tan fácil como antes cuando había un mayor desempleo, explica este experto. “Muchas veces quien busca trabajo hoy es mayor, su calificación es diferente o quiere mejor sueldo y condiciones de trabajo”. En otras palabras: a las empresas les resulta más caro contratar. De ahí la idea de rellenar los agujeros existentes con mano de obra foránea.
La sospecha de que se está ante una campaña del poderoso lobby empresarial-industrial alemán, con fuerte influencia en los medios de comunicación, para mantener la presión en pro de salarios bajos en el país, se hace irresistible. A efectos de opinión pública el resultado es el siguiente mensaje: el problema económico del país no es la creciente precariedad socio-laboral, ni la desigualdad en aumento, ni el desempleo, sino la falta de mano de obra calificada. Brenke habla de “espejismo”.
Si eso parece ser cierto en términos generales, en algunas regiones y sectores específicos los llamados “cuellos de botella” profesionales no son inventos empresariales, sino realidades manifiestas. Es lo que ocurre, por ejemplo, en la región de Heilbronn-Franken de Baden Württemberg, en el suroeste del país, uno de los emporios industriales más prósperos y eficaces de Europa.
La cámara de industria y comercio local estima en 15.000 el agujero local de especialistas. “Hasta 2015 nos faltarán cada año 7800 especialistas técnicos y 2300 comerciales”, explica el portavoz de la cámara Detlef Schulz-Kuhnt. El año que viene faltarán 2300 universitarios, entre ellos 1700 ingenieros, dice.
Las dos tesis parecen ser correctas: la falta de mano de obra especializada es al mismo tiempo un mito empresarial y una realidad tangible en determinados sectores y regiones, a causa de necesidades muy específicas de la industria que son muy complicadas de cubrir o de la emigración de la juventud local por falta de universidades locales, el caso de Heilbronn-Franken. Lo que parece claro, en cualquier caso, es que este aparente “agujero” alemán es anecdótico como alivio del desempleo de la Europa del sur y del español en particular.
En Alemania no falta mano de obra. Lo que falta es trabajo. Mucho menos que en la Europa del Sur, pero falta: por cada puesto laboral por cubrir, hay ocho parados registrados | El empleo de talentos extranjeros es, fundamentalmente, un recurso para mantener salarios bajos | Berlín lanza planes para atraer a jóvenes profesionales extranjeros, pero Alemania sigue siendo uno de los países de la OCDE menos atractivos para venir a trabajar, por el idioma pero también por los prejuicios culturales

Leer más: http://www.lavanguardia.com/internacional/20130210/54365237285/alemania-tierra-prometida.html#ixzz2KUBnDmi7
Síguenos en: https://twitter.com/@LaVanguardia | http://facebook.com/LaVanguardia


Leer más: http://www.lavanguardia.com/internacional/20130210/54365237285/alemania-tierra-prometida.html#ixzz2KUBQhTDK
Síguenos en: https://twitter.com/@LaVanguardia | http://facebook.com/LaVanguardia